Educar en la diversidad cultural para construir ciudadanía

La diversidad cultural es la interacción y convivencia en armonía y respeto entre varías culturas diferentes que conviven en un mismo espacio y tiempo. Es parte fundamental del patrimonio cultural de los países y hace referencia al modo de vida, a las tradiciones, lenguaje, creencias, etc. que caracterizan a un grupo de personas.

Las experiencias vitales de aquellas personas que realizan procesos migratorios indicen en el panorama cultural de las sociedades. Hasta los años setenta la diversidad cultural se vivía con indiferencia y fue a partir de ese momento cuándo empieza a cobrar fuerza la valoración de la pluralidad cultural. En los últimos años, la inmigración y la emigración han provocado que las sociedades hayan experimentado un gran cambio en su composición demográfica y cultural, siendo cada vez más diversa.

La declaración de la UNESCO eleva la diversidad cultural a la categoría de “patrimonio común de la humanidad (…) tan necesaria para la humanidad como la biodiversidad para los seres vivos” y afirma que es un imperativo ético indisociable del respeto por la dignidad de las personas. La declaración aspira a preservar el tesoro vivo y renovable que es la diversidad cultural para que no se perciba como patrimonio estático, sino un proceso que garantice la supervivencia. Aspira también a prevenir toda tentación segregacionista y fundamentalista que contradiga a la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esta promueve ofrecer el derecho a las personas y los grupos, la posibilidad de expresar y desarrollar libremente su identidad cultural, acceder a la herencia cultural y religiosa y a la información de su propia comunidad y de otros grupos.

La Declaración Universal insiste en el hecho de que cada individuo debe reconocer no solo la alteridad en todas sus formas, sino también el carácter plural de su propia identidad dentro de sociedades igualmente plurales. Solamente así es posible preservar la diversidad cultural en su doble dimensión de proceso evolutivo y fuente de expresión, creación e innovación.

Hoy en día siguen existiendo grupos de población que son discriminados por motivos identitarios y/o culturales, es decir, sus costumbres y formas de pensar diferentes a la mayoría de las personas que viven en una comunidad. Existe discriminación tanto de una forma directa, se les trata de manera menos favorable, y de una forma indirecta al no tener acceso a las mismas oportunidades. Estas personas son discriminadas en el ámbito laboral, en el sistema educativo, a la hora de relacionarse, es decir, no se les permite participar plenamente en las sociedades de acogida. Cabe destacar que, dentro de estas desigualdades, son las mujeres las que sufren mayores vulneraciones de sus derechos. Esta cuestión la abordaremos posteriormente por merecer especial atención.

¿Qué podemos hacer para cambiar esta situación? Cada vez más se habla de educación intercultural. Es un enfoque educativo que tienen un carácter inclusivo, donde se parte del respeto y la valoración de la diversidad cultural, para ello, es indispensable lograr una educación integral, buscar erradicar elementos que dificulten la convivencia entre culturas como la discriminación, la exclusión o el racismo. Algunos principios sobre los que se formula la educación intercultural son la promoción del respeto entre culturas coexistentes, la aceptación de culturas en contacto, la percepción de la diversidad como un valor y favorecer la comunicación y convivencia.

Sin duda, este enfoque incorporado en la educación es la que más podría favorecer a poner fin a esta desigualdad que sufren por motivos identitarios y culturales algunos grupos y personas. Trabajando con los/as más pequeños/as desde este enfoque, se pueden desactivar prejuicios, miedos, desconocimiento, y aprenderán, la necesidad de convivir con personas de culturas diferentes.

La Agenda 2030 en su Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 4 apela a la educación de calidad para todos/as, esto es, garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos/as. Cabe destacar la meta 4.7 que quiere “asegurar que todos los alumnos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible, entre otras cosas mediante la educación para el desarrollo sostenible y los estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad de género, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía mundial y la valoración de la diversidad cultural y la contribución de la cultura al desarrollo sostenible”.

Para poner fin a las desigualdades a las que se ha aludido en varias ocasiones en el presente texto, la Agenda 2030 dedica su ODS 10 a la reducción de las desigualdades. Pone el acento en reducir la desigualdad causada por motivos como el sexo, edad, diversidad funcional, origen o religión. Aspira a conseguir la inclusión social, económica y política de todas las personas, la igualdad de oportunidades para todos/as y políticas de protección social, entre otras cuestiones.

Como ya se he mencionado anteriormente, las situaciones de vulnerabilidad que están sufriendo muchas personas por tener una cultura diferente a la mayoría de una comunidad se agravan cuando esas personas son mujeres. “Poner fin a todas las formas de discriminación contra todas las mujeres y las niñas en todo el mundo” es precisamente la primera meta del ODS 5: Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas.

Cada vez existe una mayor relevancia de la mujer como protagonista de los flujos migratorios. Actualmente las mujeres son una pieza clave de los procesos migratorios y de integración social de la unidad familiar en la sociedad de acogida. Que la mujer sea cada vez mucho más protagonista en los procesos migratorios, no es casual, ya que son las que más sufren la pobreza y la falta de oportunidades que hay en sus países de origen. La discriminación de género se incrementa en estos procesos, mientras que al hombre se le asigna un rol productivo, a la mujer se le asigna un rol reproductivo. Las mujeres, entre otras cosas, tienen una escasa representación en determinados ámbitos laborales, una baja participación en las esferas de poder y toma de decisiones, y muchos de sus derechos no les son garantizados.

La participación de las mujeres inmigrantes puede considerarse como un reto particular dentro del objetivo más amplio de la inclusión de la población migrante en general. El papel de las mujeres en los procesos de integración sociocultural es crucial, se posicionan como puentes entre las dos culturas. Se manifiestan como responsables del mantenimiento de su propia cultura, a la vez que tienen que facilitar el proceso de inserción de sus familias en la sociedad de acogida. En conclusión, no se trata de solo la inserción de las mujeres en el tejido productivo del país; estamos hablando de una verdadera inclusión, y esta no se puede producir si no se da la oportunidad de proporcionarles un entorno en el cual se sientan ciudadanas de pleno derecho. Para ello, una gestión positiva de la diversidad cultural exige medidas a nivel pedagógico basadas en una educación intercultural e igualitaria que debe propiciar las condiciones para que las personas sean conscientes de la multiplicidad cultural que les rodea y la igualdad de derechos de todas las personas.

En el marco del prácticum I que he estado realizando estos meses en UNESCO Etxea, he dedicado un tiempo a identificar proyectos y programas que existen en Euskadi, España y países latinoamericanos. Son generalmente proyectos que tienen como objetivo sensibilizar y fomentar espacios de aprendizaje y reflexión sobre el fenómeno migratorio y la interculturalidad, además de impulsar procesos de convivencia e intercambio cultural entre personas de diferentes culturas.

(Aprendiendo la diversidad 2008) Aprendiendo la Diversidad es un proyecto, que se sitúa en Bizkaia, de sensibilización que Solidaridad Internacional impulsa con el objetivo de concienciar a niñas, niños y jóvenes sobre la interculturalidad, la igualdad de género y los derechos humanos. https://www.aprendiendoladiversidad.com/el-programa.

En el ámbito español, existe La RECI (La RECI, 2012), trabaja para generar instrumentos y acciones que permitan explorar el potencial de esta diversidad, estimulando la creatividad y la innovación, reforzando la convivencia y reivindicando los principios democráticos para generar prosperidad económica, cohesión social y una mejor calidad de vida. https://www.ciudadesinterculturales.com/la-reci-2/

Por último, en Latinoamérica está El programa de Buenos Aires Convive, (Buenos Aires Convive, 2016) un programa diseñado con el fin de alentar la buena convivencia con el fin de construir un ciudad más plural e inclusiva. https://www.buenosaires.gob.ar/derechoshumanos/convivencia-en-la-diversidad/programa-buenos-aires-convive

Es necesario trabajar mucho y en muchos ámbitos diferentes para conseguir ver la diversidad cultural como una parte muy importante para impulsar el desarrollo y verla como un componente necesario para enriquecer la vida de las personas y reducir la pobreza y las desigualdades que muchas veces conlleva.

Aunque he mencionado antes la importancia de los programas de sensibilización y promoción de la diversidad cultural es también necesario que todos hagamos un trabajo y una reflexión personal para cambiar algunos aspectos como ¿? que podrían ayudar mucho a conseguir una sociedad diversa y respetuosa culturalmente.


Por Nerea Urrutia Tello.
Estudiante de 3º Grado de Educación Social en la Universidad de Burgos y realizando su Prácticum I en el área de Cultura para la Transformación Social de UNESCO Etxea
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Imagen: ©Miguel Ángel Puentes/Eva Mena